martes, julio 17, 2012
Homilía del 16 de julio en Fiesta de la Tirana
Hermoso día de fiesta, en el que hemos renovado con devoción nuestra alianza de amor con esta Reina y Señora, que es Madre del Señor y Madre nuestra.
Jesús la alaba, reconociendo con ella una relación que no está dada sólo en la carne y la sangre, sino que en algo mucho más grande y fundamental: en la condición de discípulo y seguidor de Él. Y María ha sido la mejor. Por eso afirma: Es más dichosa, no por la relación de sangre, sino por la escucha de Dios y el cumplimiento de sus enseñanzas. Y en esto consiste la verdadera alegría. Todos buscamos ser felices, y quisiéramos vivir sin dificultades, estar en una situación de total plenitud. Estos son los anhelos de la familia, de la comunidad, y de la misma Patria. Todos queremos un desarrollo donde no se desconozca nuestra condición de personas. Pero ¿Por qué esto parece un imposible, un anhelo frustrado?
En este 16 de julio, día de fiesta y feriado para la patria entera, ante la imagen venerada de la Madre y Patrona de Chile, no podemos de dejar de orar por esta Patria, que busca estos caminos: ha crecido y logrado grandes niveles de atención a las demandas básicas de la población, pero hoy también se debate entre seguir un camino marcado por el absoluto de una economía de mercado, y la búsqueda de otro, que contemple no la riqueza como fin, sino que el desarrollo justo y equitativo de las personas. ¿Quién no quiere en Chile un país más justo? ¿Una sociedad más solidaria y fraterna? Y si todo indica que la mayoría anhelamos un país más hermano ¿Por qué no logramos construirlo? Y seguimos en descalificaciones, entorpeciendo los buenos proyectos, simplemente para que el otro no aumente posibilidades de futuros votos. ¿Qué nos pasa, que nos falta para ser de verdad más felices y verdaderos constructores del vínculo cívico?
Madre de Chile y Madre de este Norte que te aclama, danza y canta: enséñanos en tu escuela de oración y vida, para que aprendiendo de tu ejemplo coloquemos nuestro corazón más junto a Dios, el único bien absoluto; y que otorga el mejor bien para la persona. Y ruega para que construyamos un país, una ciudad y familias que escuchan más la Voz de tu Hijo, cuya Palabra está presente en tantas formas de bien y de razón; y las que siempre serán más potentes que la violencia, el insulto, la piedra y la descalificación. Ruega por todos nosotros para que descubramos que el verdadero desarrollo y felicidad se construye mirando y escuchando a Dios, que siempre quiere nuestro bien porque no es enemigo, sino amigo del ser humano.
En este día de fiesta, ayúdanos a hacer que esta promesa de amor y fe que hemos renovado, la vivimos en un permanente compromiso por el bien, amando y sirviendo a los demás. Es cierto que el egoísmo intenta reinar, y que el odio parce ser más fuerte que el amor. Sí, parece que el mal es el gran vencedor del mundo; pero aquí, en estos días, hemos vuelto a descubrir que la vida es distinta cuando tú caminas con nosotros, cuando Dios se asoma a nuestra casa y a nuestro corazón, y nos siembra una actitud distinta, porque con Él el amor vence al odio y el perdón a la venganza. Sabemos que esto no es un sueño imposible, si Dios está con nosotros. Por eso, eres dichosa, y quieres que nosotros también lo seamos, porque son de verdad felices y viven con esperanza, los que han puesto su confianza en el Señor y viven en el mandamiento de su amor. Amor que no atenta contra la vida humana en ningún momento, que respeta, acoge y no discrimina. Amor que construye y no destruye las relaciones de las personas. Amor que se vuelve cultura cívica y valora y respeta el bien común y cuida la democracia. Amor que se hace pan partido con el necesitado, y acogida al que necesita de nosotros. Amor que tiende la mano y que busca la paz. ¡Son dichosos los que escuchan a este Dios que es amor y viven de este modo!
Nuestra promesa está arraigada a la fe movida por el amor. Una fe que se expresa con nuestras costumbres y tradiciones, que el primero que ama, acoge y respeta es Dios; y por tanto, nadie tiene derecho a menospreciar, insultar y menos al interior de la misma Iglesia, esta legítima espiritualidad cristiana, aunque lo sea de otra manera. Dios es el que nos ha convocado y nos quiere así, como Él: encarnados en la realidad de nuestro pueblo. Un amor que no se hace carne en la realidad, no es amor cristiano. Si el amor queda sólo en la expresión de la belleza del culto y la danza, por muy hermoso que sea, no dará muchos frutos. La promesa se vive en el amor a Dios, a nuestra Madre y a nuestros hermanos. Por ellos unamos esta alianza al compromiso de amor por los demás. En los próximos meses, la ciudad necesita del voto en conciencia de nosotros los ciudadanos. Cumplir con este deber cívico es una manera de amar y vivir en la promesa. La región necesita de un centro oncológico, cuantos hemos vivido de cerca la situación del cáncer en familiares y amigos o personalmente lo sabemos. Comprometerse con esta causa es una manera muy concreta de amar. Es una manera también de amar, el dejar tiempo para la vida familiar, para estar con los hijos, dialogar, aunque a veces no se sepa qué decir. Nuestra promesa de amor en la danza nos debe llevar al amor ante los más necesitados: comparte lo que eres y lo que tienes, no te dejes vencer por el egoísmo; así tu promesa brillará con mayor belleza ante los ojos de la Chinita. Une tu promesa a la visita a los enfermos y encarcelados, y al cuidado de los adultos mayores e indigentes. Así, tu promesa unirá la danza en esta tierra bendita al caminar de todos los días junto a la Madre del Carmelo, que recorrerá contigo tus mismas calles, escuelas y trabajos. Irá contigo al mercado, subirá junto a ti al colectivo y te seguirá en tu trabajo en el mar, el negocio o la mina. Y si vas con ella, te estará repitiendo permanentemente: escucha a mi Hijo y serás dichoso.
Madre, en este día de fiesta, que la promesa renovada de nuestra alianza se selle en el altar de los sacrificios diarios, y que unidos a ti, vayamos por donde el Señor nos quiera llevar. No sabemos cuáles son los días que nos esperan, pero te suplicamos que ruegues por todos nosotros. Líbranos de terremotos, luchas, odios y guerras; danos diálogo y fraternidad con los países vecinos, preocupación por el cuidado de la ciudad y mayor atención a las necesidades de los más pobres y vulnerables de nuestros barrios. Y en las noches duras y oscuras, sé nuestra estrella para no perder la fe ni el camino. Cuando marchas con nosotros, la ruta es distinta.
Madre y Señora de nuestra promesa, en esta alianza renovada, vuelve a extender tu manto sobre nosotros; y viste el frágil barro de nuestra vida con los colores de tu propio hábito: el café de la humildad y sencillez y el blanco de la fortaleza de la fe.
Madre, guárdanos en la bella tradición de estas tierras de fe y devoción: que esta arca de nuestra identidad nada ni nadie la pueda destruir. Que se vean respetadas las costumbres y tradiciones de tus Bailes Religiosos en las ciudades que cambian y no siempre los comprenden. Aumenta nuestra consciencia por cuidar, proteger y transmitir este tesoro de identidad y tradición. Que tus Bailes sigan siendo religiosos, y bailen para ti y Dios, sin poner sus ojos en la vanidad egoísta. Cuida de tus peregrinos, y llévanos a todos junto a tu corazón, y que vivamos en esta alianza: “Tú siempre junto a mí, y yo siempre junto a ti” Chinita del Carmen, es cierto, mi corazón y el mis hermanos, el de este norte es tuyo: “Estamos hechos para ti.
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