miércoles, octubre 12, 2011

El doctor que desenmascaró los crímenes del sicópata

Hace 10 años el doctor Pedro Iriondo Correa (45) estaba de turno en la posta de Iquique y recibió a una adolescente que había sido violada y golpeada. Cuando atendía a la niña, ella le relató que su victimario antes de lanzarla a una zanja le indicó que era el autor de los homicidios en serie de Alto Hospicio. Desde ese minuto la vida de Iriondo no fue la misma y pese a la frialdad que caracteriza a los tanatólogos, el profesional no puede evitar que un par de lágrimas lo sorprendan al recordar los casos que terminaron con la vida de 14 mujeres en Iquique y Alto Hospicio.

Tras la denuncia de la sobreviviente, Bárbara N.B., Iriondo acompañó al magistrado, policías y al mismísimo Julio Pérez Silva a un macabro recorrido por zanjas y piques cercanos a Alto Hospicio, donde debió fijar, recuperar y levantar 7 cuerpos. El ataque a Bárbara fue el 3 de octubre, la detención del sicópata al día siguiente y la confesión y el hallazgo de los cuerpos el 9 de octubre de 2001.
Iriondo recuerda los nombres completos, edades y lesiones de cada una de las niñas. “Cuando recibí a Barbarita no me imaginé el final que tendría esta historia. Tuve que ir a Hospicio y hacer una ruta de la muerte donde el tipo decía en forma exacta el lugar en el que estaba cada una de las niñas. Su frialdad era extrema y se sabía el nombre de cada una de sus víctimas. Íbamos y decía aquí está Laura, ‘aquí está Macarena’. Nunca se inmutó”.
Tras cada una de las confesiones, Iriondo fijaba el lugar fotográficamente y realizaba una excavación de tipo arqueológica, mientras otros peritos asilaban el lugar y realizaban planimetrías. “La mayoría estaba enterrada y tras excavar un poco las encontrábamos. Sólo estaba el esqueleto y a su costado las ropas. Lo único que tenían puestos eran sus zapatos y calcetines”.
El doctor recuerda que no pudo acceder a un pique por su profundidad superior a los 120 metros y mandaron a carabineros del Gope, quienes bajaron con cámaras filmadoras y fotográficas para fijar el hallazgo. Ahí encontraron tres cuerpos, dos de ellos momificados por deshidratación extrema y la salinidad del terreno”.
La experiencia marcó a fuego a Iriondo, puesto que tuvo que reconstituir los últimos minutos de cada una de las víctimas, ver sus lesiones y “la ciencia forense te va mostrando lo qué pasó. Uno reconstruye los últimos episodios de las niñas que se representan a través de las lesiones, por lo cual inevitablemente se hace el enlace y uno imagina lo que sufrieron, cómo las maltrataron, cómo las torturaron, el dolor que sintieron y si pidieron o no clemencia hasta que llegó su muerte. La carga emocional es fuerte. Después de todo esto pasé semanas pésimas y tuve pesadillas. A pesar de los años esto sigue impactando y en esa época mis hijas eran pequeñas y uno se pone en el lugar de los familiares y el dolor es tremendo”.
El tanatólogo ha visto cientos de casos y si bien Iquique no tiene una alta tasa de homicidios, los existentes son muy violentos, “pero esto fue increíble debido a que nos enfrentamos al asesino en serie más grande de la historia de Chile, quien actuaba no sólo con frialdad extrema, sino que mataba de forma muy violenta. Es lo más chocante que he visto en mis 18 años de ejercicio”.
Ese mismo dolor e impacto que sentía Iriondo palpitaba en Iquique y Alto Hospicio después del hallazgo de los cuerpos, lo cual incluso motivo a cientos de vecinos a llegar hasta el Servicio Médico Legal a “rescatar” los cuerpos, en una especie de catarsis donde lo único que la gente buscaba era descargar su ira. “Nos demoramos seis días en el reconocimiento y esa semana no dormí. Trabajamos las 24 horas y además de los peritajes, en esa época era director regional y debía servir de enlace con las autoridades, la prensa, los familiares y el Servicio de Salud. Un día la gente trató de derribar las rejas y el ex alcalde Jorge Soria nos ayudó a calmar la turba y evitó un enfrentamiento. Mientras todo eso pasaba nosotros seguíamos trabajando y con las primeras siete niñas se hizo un total de 80 análisis de laboratorio e incluso se analizó la fauna calavérica, que es algo que nadie hace en Chile”.
Para el trabajo de los primeros 7 casos, Iriondo recibió el apoyo desde Santiago de un antropólogo forense y un odontólogo forense. Sin embargo, y eso no lo dice Iriondo, su labor sirvió además para resolver otros crímenes impunes hasta el momento y que el médico iquiqueño tenía guardados no sólo en carpetas, sino que en su memoria por lo cual no tardó en comparar perfiles de ADN, tipos de lesiones y los nudos que tenían las víctimas en sus manos o pies. Esto último, sumado a algunas confesiones de Pérez, permitió esclarecer otros siete homicidios y dos violaciones. “A algunas de sus víctimas Pérez Silva les amarró las manos o los pies y el nudo que hacía era muy especial y ello permitió comprobar su participación en otros crímenes. Había un caso sin resolver donde teníamos el ADN del violador y homicida, pero no teníamos sospechoso y al compararlo Pérez Silva dio positivo. En otro comparamos el cabello y también salió positivo. Al final fueron 14 sus homicidios”.
Lograr la identificación de las siete primeras niñas en seis días no fue fácil, puesto que todas tenían similares características físicas y hubo que buscar detalles muy específicos. “Los familiares tuvieron que confrontar los cuerpos y no fue fácil. Al principio hubo algunas diferencias por el dolor propio que significa algo así, pero al final formamos un vínculo que no se romperá nunca. No tengo familiares en el Cementerio N° 3, pero a veces voy al mausoleo de las niñas”.

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