miércoles, noviembre 02, 2011

Conectividad

En la vecina Tacna, que ahora debe estar llena de chilenos por el feriado largo, se aprobaron estudios para la construcción de una carretera a La Paz, Bolivia, cuya extensión es de 167,3 kilómetros por el lado peruano y 63 por el boliviano.

Tal situación debe servir como una luz de alerta para los encargados de la conectividad del norte de Chile, puesto que la carretera Arica-La Paz tiene una extensión de 450 kilómetros y si bien está en buenas condiciones, es una constante la molestia de los importadores bolivianos por el servicio que les prestan en el terminal ariqueño.
En materia de comercio internacional son vitales los costos y tiempos, por lo cual hay que estar atentos a los siguientes datos. La posible unión entre La Paz y Tacna se potencia con el servicio de trenes, ya que desde Tacna pueden recorrer 56 kilómetros y llevar cargas a Arica o en su defecto, en 140 kilómetros estar en Ilo. Es decir, usando la opción La Paz, Tacna e Ilo las cargas bolivianas necesitan recorrer menos kilómetros para llegar al mar.
Si bien el puerto de Arica es de libre tránsito, los bolivianos igual deben pagar a un operador y hasta el momento ha primado más la necesidad que otra situación, puesto que literalmente no tienen otra alternativa. En tanto, Iquique funciona con su pulmón que es la Zona Franca y permite un movimiento de contenedores avalado por factores más cercanos a la experticia que a los kilómetros.
Sin embargo, ¿qué pasará si se consolida la carretera Tacna-La Paz?, sumado al hecho que el sur peruano goza de exenciones tributarias igual o incluso más atractivas que las del norte chileno.
El ejercicio también se debe proyectar con Arequipa y el corredor bioceánico que apunta hacia Brasil. Un dato revelador es que este año el intercambio comercial entre Brasil y Perú se estima que crecerá en 30%, llegando a 3 mil millones de dólares.
Los planes del vecino país son atractivos y bien por ellos, puesto que el movimiento comercial y la integración es un valor que sin duda ayuda al crecimiento económico y cultural de las naciones. Empero, el cuestionamiento que nos debemos hacer es ¿qué hemos hecho para no quedarnos atrás? Hace años que Chile, especialmente a través de los esfuerzos de alcaldes nortinos, ha tratado de poner el tema de integración y los corredores bioceánicos en la agenda, pero seguimos con ciudades colapsadas, sin la adecuada infraestructura y con inversiones extremadamente lentas gracias al centralismo.
Un caso para analizar es nuestro Iquique, donde el puerto creció gracias a inversionistas privados y desde el año 2000 que se espera mejorar la conectividad entre el puerto y la Zona Franca. Parece insólito, pero recién este año se demolieron algunas casas en el sector Las Cabras para habilitar la famosa vía. En cuanto a otro acceso a la ciudad, recién estamos en el diseño, a lo que se agrega que también privados vendrán a solucionar las demandas viales de la Ruta A-16 y la Ruta A-1.
Se trata de inversiones millonarias y pese al esfuerzo de las autoridades locales, el dinero necesariamente debe ser “visado” desde la capital.
Obviamente estamos en deuda y hemos desaprovechado la ventaja de conocer en forma anticipada las ventajas del comercio internacional. Toda la experticia de la Zona Franca está ahí, escondida entre galpones y encerrada por la falta de espacio. Asimismo, el puerto debe crecer o morir, puesto que de otra forma no se acomodará a los nuevos escenarios y las cargas fácilmente podrían ser desviadas en la medida que avancen y se perfecciones los corredores.
Arica e Iquique deben estar acordes a las nuevas transferencias de carga que necesitan Brasil, Bolivia y China, ya que los escenarios futuros están a un tris de distancia.

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