Llega octubre y el dolor se hace indescriptible para Bárbara (23), la joven que hace 10 años logró sobrevivir al ataque del sicópata de Alto Hospicio, Julio Pérez Silva (46). Su testimonio permitió la captura del sujeto y el esclarecimiento de 14 homicidios, por lo cual fue tratada como heroína e incluso la recibieron en La Moneda. Sin embargo, tras el impacto inicial, su mente y su corazón comenzaron a latir al ritmo de la tristeza. Fue así como quedaron en el olvido sus deseos de ser carabinera y optó por vivir casi en el anonimato, puesto que no soportó las críticas y cuestionamientos de la gente que no comprendió su drama y su decisión de rechazar el status de personaje ilustre.
Durante estos días ella y su familia han debido esquivar el acoso periodístico, para no abrir más las heridas. Sin embargo, la joven tuvo la gentileza de dialogar con este medio y junto con solicitar excusas por no dar una entrevista más extensa, explicó que tras los dramáticos hechos tomó la decisión de nunca más hablar de ellos. Lo anterior, debido a la necesidad y deseo de hacer una vida nueva y olvidar todo: “quiero tener una nueva vida y no he querido hablar durante todo este tiempo porque no me siento bien y es algo que no he superado. Cuando lo haya superado en un cien por ciento quizás pueda hablar. Ahora no estoy bien”.
Bárbara tiene un hijo y cuenta con el apoyo de su pareja y padres. Trabaja en una ciudad del norte de Chile y va rotando por las sucursales que tiene su empresa en el centro de la urbe, donde atiende a gente. Como una forma de ayudar a superar su trauma, usa otro nombre y ni siquiera sus compañeras de trabajo saben de su odisea.
Además del dolor por todo lo sufrido a manos del sicópata, Bárbara explica que también la dañaron mucho los comentarios malintencionados que recibió tanto ella como su familia. Lo que pasa, agrega, es que tras el ataque trató de enfrentar de la mejor forma el tema y no tomó una postura de heroína, “yo nunca me sentí una heroína y eso mismo le molestó a la gente, hubo mucha gente que me criticó y que me apuntaba con el dedo, hablaban cosas de mí y especularon mucho. Todo eso me hizo sentir muy mal y hablaban sin saber, porque para criticar hay que estar en los zapatos del otro. Eso me dañó mucho”.
La joven mantiene la voz suave y dulce que sonó con fuerza hace años, pero ahora tiene un tinte más pausado y con notas de tristeza. Desde el mes pasado está con licencia médica y no puede acudir a su trabajo porque octubre es un mes que la asfixia con flash-backs. Sigue con su habitual buena voluntad y comprende el rol de la prensa y la necesidad de informar, pero pide tranquilidad para superar el dolor.
HISTORIA
El 3 de octubre de 2001 Bárbara tenía 13 años de edad y salió cerca de las 8 de la mañana de su casa, en el sector Autoconstrucción de Alto Hospicio, rumbo al colegio Eleuterio Ramírez. En el trayecto fue abordada por un taxi pirata que se ofreció a llevarla y nunca se imaginó que al abrir la puerta estaba ingresando al mismísimo infierno. Al subir al auto Mazda Capella que era guiado por Julio Pérez Silva, le llamó la atención una figura de la serie televisiva Bananas en Pijamas que colgaba del espejo retrovisor y mientras buscaba monedas para pagar comenzó su calvario. El vehículo repentinamente se desvío de la ruta y el sujeto la amenazó con un cuchillo hasta llegar a un sitio eriazo contiguo a un basural clandestino, donde tras desnudarla la violó. Sus gritos no fueron escuchados en el desierto y tras ello su agresor la amarró de pies y manos con los mismos cordones de sus zapatos escolares. Totalmente indefensa y en estado de shock, Julio Pérez la llevó a otra zona y la lanzó hasta una zanja bastante profunda, tras lo cual le lanzó piedras mientras le gritaba que era el autor de todas las muertes y violaciones de Alto Hospicio.
La niña quedó inconsciente por horas y se salvó de caer más profundo debido a que quedó tendida en una especie de saliente del socavón. Ni ella sabe muy bien cómo logró zafarse de sus amarras y de repente apareció caminando en medio de la nada, por lo cual trató de orientarse y acceder a una carretera. Cuando iba caminando un vendedor de huevos, Guido Utreras Pangue, la divisó y ayudó, llevándola hasta la comisaría y luego a la posta.
El testimonio de Bárbara, más los exámenes tanatológicos y los datos que entregó sobre el auto y el autor del ataque, permitieron dar con Pérez Silva y esclarecer no sólo este ataque, sino que la muerte de 14 jóvenes y mujeres asesinadas entre septiembre de 1998 y octubre de 2001.
CONFESIONES
Después de sus confesiones iniciales ante la policía, un magistrado y luego una ministra en visita, Julio Pérez aceptó su responsabilidad en los casos. Sin embargo, después cambió radicalmente su estrategia y trató de manipular a todos, inventando una relación con Bárbara y un complot policial para inculparlo, añadiendo que aceptó la culpa para que las hijas de su conviviente, Nancy Boero, no sufrieran la misma suerte que las otras víctimas. Dicha tesis fue investigada por la justicia y alimentó el morbo local, pero en definitiva los exámenes de ADN y los peritajes científicos derribaron todas las ideas de Pérez, quien incluso manda cartas a los medios de comunicación para llamar la atención. Lo último que hizo fue una huelga de hambre en octubre del año pasado en la cárcel de Arica, donde prometió llegar hasta la muerte y, al final, ni siquiera bajó de peso, siendo finalmente trasladado a una cárcel de Alta Seguridad en Santiago.
Pérez Silva nació en Puchuncaví y estudió hasta octavo básico. Ahora en la cárcel gusta de pintar.
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